Otra pirueta triunfal de Carlo Ancelotti

Óscar Bellot MADRID / COLPISA

DEPORTES

Juan Medina | REUTERS

El estratega transalpino abrocha su segunda Liga tras reinventar a un Real Madrid sin nueve de referencia y golpeado con crudeza por las lesiones

04 may 2024 . Actualizado a las 21:31 h.

Carlo Ancelotti ha vuelto a hacer magia. En una temporada en la que el Real Madrid partía sin un nueve de referencia mundial y en la que tres futbolistas capitales dentro de su engranaje sufrieron sendas roturas del ligamento cruzado anterior de la rodilla, el italiano fue capaz de reinventar a su equipo con soluciones imaginativas hasta catapultarlo al éxito en el campeonato doméstico. Haciendo de la necesidad virtud y apelando a su proverbial capacidad para sacarse ases de la manga, Carletto ha abrochado su segunda Liga y elevado a doce el número de trofeos conquistados al mando del conjunto de Chamartín, lo que le sitúa solo por detrás de Miguel Muñoz (catorce) en el escalafón histórico del club más laureado del mundo.

Para dimensionar verdaderamente lo logrado por el Real Madrid en esta campaña hay que remontarse, en primer lugar, al 6 de junio de 2023. Aquel martes, dos días después de echar el telón al curso anterior, los blancos despedían a una de las figuras más insignes de su historia, Karim Benzema. El lionés, segundo máximo goleador histórico del club de Concha Espina y primero junto a Marcelo en el ránking de trofeos conquistados con 25, ponía fin a una etapa inolvidable para marcharse al fútbol saudí, dejando al Real Madrid huérfano del que había sido su líder desde la salida de Cristiano Ronaldo, su mascarón de proa y el aceite que mantenía engrasado el frente ofensivo.

Ancelotti, temeroso del efecto que el adiós de Benzema podía acarrear en las cifras goleadoras de su escuadra, solicitó al club un recambio de garantías y puso sobre la mesa un nombre por encima de cualquier otro: el de Harry Kane. Pero la directiva consideró excesivo el coste de la operación por un futbolista que estaba a punto de cumplir 30 años y tenía otros objetivos trazados a largo plazo. En la zona noble estimaban que bastaría con otro paso al frente de Vinicius y de Rodrygo, y apelaban también a la llegada de Bellingham, un centrocampista que venía de marcar catorce tantos en su última campaña con el Dortmund pero al que detectaban capacidad para aportar aún más pólvora. Como complementos aparecieron Brahim y Joselu. Este último sería el único nueve nato de la plantilla.

Tubo de ensayo

Lejos de mortificarse por ello, Ancelotti volvió a sacar el tubo de ensayo. El mismo que empleó en su día para reconvertir a Andrea Pirlo a la posición de mediocentro en el Milan, para encajar a Ángel Di María como interior de un Real Madrid en el que la BBC cerraba el paso al Fideo en el frente ofensivo o, ya en tiempos más recientes, para transformar a Camavinga en un lateral izquierdo de emergencia. A diferencia de muchos de sus colegas, Carletto nunca se ha regido por un esquema fijo, sino que adapta el dibujo en función de los futbolistas de los que dispone. De ahí que, cuando supo que no le traerían un nueve de relumbrón, optó por armar el bloque con un rombo en el centro del campo, aunque ello conllevara reformular también las funciones de Rodrygo y de Vinicius.

El objetivo era convertir a Bellingham en una suerte de delantero adicional, a la vez que el inglés trabajaba también en la sala de máquinas. Sin Harry Kane, posiblemente el ariete más parecido a Benzema por su capacidad para nutrir a sus compañeros bajando a recibir sin perder por ello presencia en el área, el nuevo 5 del Real Madrid debía hacer las veces de un nueve postizo. El experimento salió bien, hasta que el Atlético expuso las deficiencias que el diamante aparejaba en el apartado ofensivo con el triunfo rojiblanco en el derbi de la primera vuelta.

Ancelotti tomó nota y transformó aquello en un rombo mentiroso. Con ángulos en fase ofensiva, pero formando una línea en la defensiva. Aquella fue una de las jugadas maestras de Ancelotti. Pero el técnico, obsesionado con fortificar al Real Madrid, tuvo que remangarse también para reconstruir un cinturón de seguridad que saltó por los aires en los albores del curso con las roturas de cruzado que sufrieron Thibaut Courtois (a dos días de estrenar la Liga) y de Éder Militao (en la primera jornada), a lo que se sumó la caída en combate un poco más delante de David Alaba con la misma lesión. Pese a la ausencia de su portero estrella y de sus dos centrales titulares durante la práctica totalidad de la campaña, Carletto ha logrado apuntalar el título de Liga a partir de la solidez defensiva.

Otro logro de considerable dificultad que pasó por el imprevisto ascenso de Lunin a primera línea, el mariscalato de Rüdiger, el empleo puntual en el eje de la retaguardia de Tchouaméni, la fiabilidad de Mendy, el sacrificio de Nacho o una versión espectacular de Carvajal. Pero, sobre todo, por la disciplina colectiva de un vestuario que, no se cansa de recordarlo en transalpino, es el más sano de cuantos ha tenido a su cargo. Y en eso, como en casi todo, cabe atribuirle el debido mérito a un preparador que parecía estar llamado a tomar las riendas de la selección brasileña este verano pero que volvió a completar otra pirueta triunfal para regocijo de un madridismo al que tiene encandilado.